Entre otros motivos para la exclusión del cómic de la alta cultura y los estudios
académicos suele destacarse su relación con el destinatario infantil o juvenil y,
en consecuencia, su comprensión como mero entretenimiento dirigido a este público;
además, de su carácter popular. No obstante, el cómic desde sus inicios se ha desvinculado
de esta identificación empleada como etiqueta restrictiva a través de ejemplos cuyo
lector modelo es el adulto. Pensemos, por ejemplo, en las sátiras que se pueden encontrar
en la obra de Hogarth, Töpffer o el famoso Yellow Kid de Richard F. Outcoult.
Al igual que la literatura infantil y juvenil, la vinculación al público infantil
como elemento determinante para su exclusión ha pesado, hasta bien entrado el siglo
XX, en la consideración del cómic como una forma de arte menor. No obstante, a partir
de la década de los sesenta se constata un progresivo interés por la historieta como
objeto de estudio y comienza su legitimación cultural, reflejado esto desde la perspectiva
académica en un notable incremento de trabajos en diferentes áreas y disciplinas,
así como en el creciente número de congresos, jornadas, foros o seminarios. Se ha
producido también en nuestros días la creación de diferentes Cátedras Universitarias
o el diseño y puesta en funcionamiento de distintos títulos de Máster y postgrados.
Por otra parte, el reconocimiento de su función comunicativa y de su capacidad para
abordar temas complejos e interpelar a un lector adulto, encuentra en el cómic una
forma de exploración de nuevos temas, formatos y géneros; además, de una marcada apertura
a la no ficción. Desde obras pioneras en la defensa de la libertad afectivo sexual,
como las firmadas por Alison Bechdel, Howard Cruse, Nazario o Ralf König; pasando
por títulos fundacionales vinculados a la denominada corriente social a través de
los cómics de Justin Green, David B. o Paco Roca, en relación a la figuración de las
patologías y la diversidad funcional, o aportaciones como las emblemáticas Persépolis o Maus, como hitos repetidamente citados.
Este monográfico aborda de forma específica la compleja relación entre cómic y diversidad
como espacio discursivo social identitario, de interrelación con el otro y la representación
de la alteridad a través de ocho trabajos de investigadores de diferentes procedencias,
campos de conocimiento, métodos y perspectivas de investigación, con el factor común
de la rigurosidad interpretativa y académica en la aproximación al objeto de estudio.
En primer lugar, Diana Castilleja explora las posibilidades del cómic para visibilizar
voces y espacios geográficos olvidados de la migración latinoamericana hacia Estados
Unidos, a partir de un corpus de cinco títulos significativos. Más allá del divertimento,
esta investigadora reivindica su papel en la configuración de un discurso socialmente
comprometido y profundiza en la hibridez genérica como rasgo intrínseco al cómic que
desafía el discurso hegemónico desde la diversidad discursiva y confiere legitimidad
a la experiencia migratoria.
Desde el estudio del abanico de estrategias desplegado por el cómic en su búsqueda
de un lenguaje que permita expresar el trauma, José Manuel Trabado se concentra en
la obra de Emile Ferris, Lo que más me gusta son los monstruos y en Una entre muchas de Una. Trabado desvela los mecanismos empleados en la construcción de dos modelos
iconográficos diferenciados, pero con un eje en común: la superación de las formas
de representación tradicional del cómic hacia la creación de dos singulares repertorios.
Por su parte, Sheila López-Prados y Francisco Sáez de Adana se adentran en la utilización
del cómic como herramienta de sensibilización y atención a la diversidad, a partir
de un estudio realizado en Educación Primaria. Su trabajo desvela cómo la creación
de cómics por parte del alumnado puede propiciar la empatía, al tiempo, que muestra
la necesidad de incidir en la alfabetización visual y el desarrollo de competencias
multimodales entre el alumnado de esta etapa educativa.
En el marco de la educación literaria, Jerónimo Méndez-Cabrera y Francesc Rodrigo-Segura
exploran el potencial del manga como posibilidad destacada para el fomento lector
desde una perspectiva intercultural. De acuerdo con esta finalidad, seleccionan como
caso representativo la obra Tomoji, de Jiro Taniguchi, en cuanto a la interrelación de vínculos temáticos entre la cultura
occidental y la cultura nipona, que ofrece para el estudio de la identidad y la diversidad
cultural. Asimismo, realizan una propuesta de motivación lectora desde determinadas
claves metodológicas de las secuencias didácticas. Su finalidad última estriba en
generar un modelo replicable para el fomento lector con el manga, como eje destacado
desde el que potenciar la discusión en torno a aspectos culturales, como el rol social
de la mujer, la noción de naturaleza o familia.
Con la prehistoria como escenario, Margarita Savchenkova se aproxima a la representación
de la diversidad desde Sapiens. A Graphic History, The Birth of Humankind, versión gráfica del ensayo Sapiens: A Brief History of Humankind. A partir de un modelo de análisis traductológico y semiológico lee ambas obras con
la finalidad de conocer el lugar que en ellas ocupan las expresiones de diversidad
y descubre un mensaje de carácter ideológico: la creación de paralelismos entre la
época prehistórica y el mundo contemporáneo, en términos de diversidad étnico-cultural,
afectivo-sexual y de género.
Enric Falguera-García y Moisés Selfa-Sastre profundizan en el cómic de carácter histórico
como herramienta de gran potencial para la transmisión de una ideología a través de
determinados referentes y la configuración de la identidad. En concreto, se centran
en el cómic en lengua catalana en torno a la historia medieval de Cataluña y seleccionan
un corpus de 10 títulos para analizar la intencionalidad ideológica que sustenta la
elección de los hechos y personajes, y al tiempo, plantear un modelo de análisis del
cómic que fusione diferentes perspectivas.
Enrique del Rey se adentra en el estudio de la capacidad del cómic para la representación
de la diversidad y los trastornos sensoriales y se centra en el análisis de Diagnósticos como ejemplo paradigmático. A partir de las directrices de la medicina gráfica y
desde una aproximación multisensorial, del Rey examina la potencialidad del cómic
de no ficción en relación con los estereotipos más presentes para generar empatía
en cuanto a la diversidad funcional se refiere, pero también en relación con la diversidad
y el género.
Por último, Gino Frezza ofrece un documentado análisis reflexivo de la diversidad
del cómic desde diferentes variables de estudio, que comprenden tanto los dibujos,
como los personajes, historias y recorridos y apunta la existencia de una corriente
de concordancia, superposición y de inextricable trazado entre ambas.
A través de estas ocho voces diferenciadas hemos recorrido desde distintas ópticas
y disciplinas algunas de las posibilidades en cuanto a la tríada propuesta en este
número: cómic, lectura y diversidad. Nos encontramos, por tanto, ante un interesante abanico de estudios que nos ofrece
una sugerente aproximación a la línea editorial marcada desde el monográfico a partir
de la misma diversidad de sus miradas, sin que en modo alguno se agote la complejidad
del tema propuesto. Quedan todavía diferentes focos que explorar, desde distintas
metodologías, perspectivas y áreas de conocimiento. Invitamos a todos los investigadores
a sumergirse en las diferentes líneas de trabajo esbozadas, con el deseo de que el
presente monográfico constituya una referencia para todos los interesados en la temática
y sus futuras investigaciones.